
Me gusta recorrer librerías y, aunque sea, si no ingreso por
lo menos mirar sus vidrieras. También internet ha contribuido a que uno pueda
acceder a consultar cuales son las novedades literarias desde el confort de su
casa.
Sin embargo, en materia de bibliografía jurídica no sucede
lo mismo. Ahora que están tan en boga las ideas de “democratización del Poder
Judicial” y demás cuestiones afines, me atrevo a decir que la cuestión gremial –
en muchos aspectos – trasciende a la “familia judicial” para abarcar a lo que
podemos llamar la “familia jurídica”.
Si uno recorre cualquier librería más o menos con un buen
stock de libros encontrará conjuntamente con los libros que la gente lee
cotidianamente – o por lo menos pretendemos que lea – y libros de diferentes
disciplinas: medicina, veterinaria, contabilidad, economía, etc. pero resulta
extraño no encontrar libros jurídicos, tal vez con excepción de “La Cuestión
Criminal” de E.R.Z., aunque esto lo atribuyo a que está editado por Planeta y
no por una editorial estrictamente jurídica.
Dice el aforismo popular que “la ley se presume conocida por
todos”, ergo todos deberían tener acceso a esos libros. Quien viva en el
interior sabrá lo difícil que es acceder a un libro para la práctica
profesional sea cual sea la rama del derecho y, en ocasiones, se suelen pagar
precios exorbitantes por acceder a ellos.
No digo que aquellos libros de otras ciencias estén en su
totalidad en las librerías, pero si es evidente que textos básicos resultan
accesibles al común de la gente (no creo que nadie se ponga a leer un libro de
fisiología animal) mientras que los libros de contenido jurídico se venden en “librerías
jurídicas”.
Con esto, no aspiro a que un libro de notificaciones o de
nulidades procesales (mirando a mi biblioteca son los dos primeros temas que
vi) se compren en cualquier librería porque realmente el mercado sería
sumamente reducido, pero si libros básicos de Derecho Político, Derecho
Constitucional, Derecho Civil, Derecho Penal, Derecho Comercial, Derecho del
Consumo, etc. (los conocidos manuales podría decirse) deberían ser más
accesibles a toda la población a los fines de tener ciudadanos más formados.
Esto puede atribuirse a las editoriales como a los
doctrinarios; aquellas tal vez no vean rentable hacer más accesibles los libros
– permitiéndose cobrar precios exorbitantes por libros que no lo valen -,
mientras que los segundos tal vez no podrían seguir demostrando su erudición cuando
se les exija libros más accesibles a la lectura.
En fin… una mínima idea para democratizar la literatura
jurídica.
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